Andrea XLV, sexo con un Ciberdesconocido.

Uno de las fantasías que tenía, por fin se hizo realidad este sábado. Ésta consistía en follar con alguien a quien nunca antes había visto. Algo parecido a conocer a alguien en un bar, en una cafetería, en el metro o caminando por la calle y sin demasiadas explicaciones acabar follando salvajemente. Sin más. Y a continuación, al acabar, cada uno por su lado.
En este caso había conocido a Fran por Internet.
Hablábamos mucho por el Messenger , así fueron pasando los días y cada vez teníamos mas ganas de conocernos. Empezamos mandándonos fotos de nosotros, en un principio vestidos, pero poco a poco, las fotos iban subiendo de tono, y nos pedíamos uno a otro, de qué forma o en que postura nos gustaban las fotos, cada vez nos gustaba más ese juego.
Había feeling. Había química. Había conexión. Y le conté mi fantasía. Era la persona. Quería follar con él. Él era el hombre perfecto para poder cumplir con el sueño de follar con un desconocido. Me atraía su físico, su forma de pensar, su manera de hablar. Aceptó el reto y esto es lo que pasó.
El vivía en una ciudad cercana a la mía y donde yo me desplazaba porque había mucha movida los findes.
Hacía calor. Mucho calor. Cuando llegué a la habitación del hotel, que había reservado días antes, puse el aire acondicionado al máximo para refrescar el ambiente. Lo preparé todo con cuidado. Un buen Rioja y dos copas. Incienso. Algunas velas, aún sin encender. Me duché, recogí la habitación y dejé todo ordenado para que Fran encontrara un clima acogedor que lo cautivara cuando le abriera la puerta.
Cuando lo tuve todo listo le mandé un mensaje al móvil: “Jovencito, te estoy esperando!!”. Era la señal que él tenía que recibir para venir a mi encuentro, para vernos por primera vez, para follar con alguien a quien nunca antes habíamos visto cara a cara. Supongo que los dos estábamos algo nerviosos. La idea me encantaba y a él le pareció genial cuando se la conté. Y, aunque habíamos hablado varias veces por Messenger y por teléfono y nos habíamos enviado mensajitos y también muchos e-mails, no era lo mismo. Al fin y al cabo, nunca antes nos habíamos visto las caras en vivo. No sabíamos cómo eran nuestras sonrisas, nuestras miradas, nuestra imagen en movimiento. Todos sabemos que muchísima gente cambia la imagen real respecto a la que ofrece en una fotografía. Pero me atraía. Y yo a él.
Y llegó el momento. Encendí las velas y el incienso. Respiré profundo y casi, casi me santigüé. Sí, ya sé. Estaba a punto de follar con alguien a quien no conocía y le pedía ayuda a Dios. Bueno, a Dios o a quien sea. Sólo deseaba que todo saliera bien.
Fran había recibido mis instrucciones. Él sabía perfectamente lo que quería hacer en todo momento. Y yo sabía que era muy, muy disciplinado. Y que lo íbamos a pasar muy, muy bien.
A los pocos minutos alguien picó a la puerta. La habitación ya estaba en penumbra. Las velas daban algo de claridad. Y el olor del incienso se mezclaba con el de mi perfume. Era mi favorito. Y como gustaba a todo el mundo, sabía que a Fran también le gustaría.
Abrí la puerta. Fran entró en la habitación. Nos abrazamos. Imagino que seguíamos estando algo nerviosos. Después de aquel abrazo, nos besamos. El momento era mágico. Excitante. Emocionante. Después de besarnos con una pasión increíble para tratarse de dos personas que jamás antes han estado juntos, cerramos la puerta de la habitación y sin despegar nuestros labios, sin separar nuestros cuerpos, nos dirigimos a la cama. Sin mediar palabra.
Fran estaba realmente guapo. Mucho más de lo que me imaginaba. Su sonrisa me encantaba y su mirada me cautivaba. LLevaba una camiseta ajustada y unos vaqueros muy ceñidos que le marcaban a tope su enorme paquete. Yo llevaba un vestido que marcaba las formas de mi cuerpo.
Nos tumbamos en la cama. Seguíamos besándonos. Seguíamos abrazados. Rozábamos el uno el cuerpo del otro con nuestras manos, con nuestros dedos. La respiración se agitaba. Nos gustábamos y eso se notaba en nuestra forma de proceder. El momento se agitaba. Se hacía cada vez más salvaje. En el ambiente se respiraba pasión, emoción. Puro sexo. Los dos queríamos más.
Mientras seguíamos besándonos, yo estaba tumbada en la cama debajo de él. Fran estaba sobre mí. Con sus manos rozaba todo mi cuerpo. Mi cabeza, mi espalda, mis piernas y el culito que desde hacía algunos días deseaba que me lo tocase y que después de jugar un poco terminase penetrándomelo. Yo le hablaba de mi culo en algunos mensajes y creo que él ya soñaba con el.
Empezaba a notar que su polla estaba cada vez más dura, a punto de estallar, rozaba su cuerpo contra el mío. Y me empezaba a masturbar con su polla erecta. Siempre por encima de la ropa. Pero se excitaba más y más y su respiración y sus dulces gemidos me estaban dejando cada vez más loca.
Entonces me subió el vestido y pudo comprobar cómo estaba siguiendo una a una todas las instrucciones. Había venido sin bragas. Puse sus manos sobre mi culo ahora ya descubierto y yo le apretaba contra mi cuerpo para notar aún más su polla deseosa de entrar dentro de mi.
Al mismo tiempo, él se estaba volviendo loco cuando rozaba su piel con la yema de mis dedos. Muy suavemente. Con cariño. Estábamos pegando un polvo dos personas que nunca antes se habían visto cara a cara pero que tenían una química especial. Parecía haber conexión sexual.
Nuestra respiración se hacía cada vez más agitada, más rápida. El momento era especial para los dos. Parecía que se nos acababa el tiempo y queríamos aprovechar cada segundo, cada minuto, cada hora, toda la noche.
Me moría porque me follara, porque me metiera su polla dura y a punto de reventar y que me llenase de leche en mi cada vez más mojado y excitado coño. Pero no podía ser. No tan pronto. Primero quería saborearla. Chupar su polla. Sentir en mi boquita y en mi lengua el sabor de sus jugos.
Entonces abrazándolo lo aparté de mí, lo coloqué sobre la cama y me puse sobre él. Sin dejar de besarnos, de tocarnos, de rozar nuestros cuerpos. Estábamos pegados y no queríamos separarnos. Siempre sin mediar palabra. Ni él ni yo habíamos hablado todavía. Ésa era también una de las instrucciones. No debíamos hablar en ningún momento mientras durara nuestro encuentro. La propuesta es que él llegaba a la habitación follábamos, acabábamos y después nos vestíamos poniéndose la ropa en nuestros cuerpos sudados y todavía manchados de leche y nos marchábamos. Y después, a los 30 ó 40 minutos, yo le llamaba por teléfono y hablábamos de nuestra experiencia. En eso consistía mi fantasía.
Volviendo a lo que estaba sucediendo en ese momento en la habitación 518 de un bonito hotel, después de haberlo puesto debajo de mí, seguimos besándonos. Yo movía mis caderas de forma circular para notar su polla durita rozando mi coño, mi clítoris, mi entrepierna.
Empecé a bajar por su cuerpo. Besé su cuello. Sus hombros. Rozaba su pecho. Siempre por encima de la ropa. Mis pezones estaban erectos, excitados. Él tenía sus ojos cerrados. La expresión de su cara reflejaba excitación y eso me ponía malísima. Quería volverle loco de placer. Así que me quité mi vestido con movimientos sensuales, mientras le desabrochaba sus ceñidos pantalones.
Su cuerpo era precioso. Ahora que le estaba contemplando, su desnudez, ésa con la que había soñado tantas veces desde hacía algunos días, me parecía mágica, esplendorosa, perfecta. Y ahora ya sí, sin ropa que interrumpiera mis deseos, empecé a recorrer su cuerpo con mis labios, con mis besos, con mis dedos. Él saboreaba mis pezones erectos mientras con una mano acariciaba una de mis piernas y con la otra rozaba mi coño para comprobar que estaba cada vez más mojada.
Nos fuimos quitando la ropa que nos quedaba como podíamos. Dejamos todo a un lado y seguimos besándonos, tocándonos, rozándonos. Yo buscaba su polla para comprobar el nivel de su excitación. Estaba dura. Muy dura. Y se la colocó en la entrada de mi coño. Y la movió para mojarla, para lubricarla. Pero era muy pronto todavía. Aún no había llegado el momento.
Él seguía besando mis pezones, mis pechos, mi barriguita. Y seguía bajando por mi cuerpo mientras con sus manos acariciaba mis piernas. Y mi chocho. Suavemente. Sin penetrarlo. Sin movimientos bruscos pese a lo salvaje del momento.
Y así llegó con su boquita a mi coñito. Lo besó. Pasó su lengua por mi rajita. La puso en mi agujerito como si intentara penetrarlo. Y siguió su recorrido por mi cuerpo. Acariciaba mis piernas, mis muslos, mis rodillas y llegó a mis pies. Los besó. Y empezó a subir por mi cuerpo, pasando su lengua por cada rincón del mismo.
Me dio la vuelta. Y se puso sobre mí. Subió hasta colocarse a mi altura. Besó mi nuca. Observé su tatuaje. Miré su culito. Me pegué a su cuerpo y lo comencé a rozar, mientras lentamente empecé a hacerle lentamente una buena paja.
Él me llenaba de besos y teniéndome así debajo de él, me abrió un poquito mis piernas y rozó mi coño desde atrás. Mojó mis dedos y rozó la entrada de mi culo. Me estaba estremeciendo. Entonces con sus brazos, con sus gestos, me pidió que me diera la vuelta. Seguíamos sin hablar, sin mediar palabra.
Me miraba con ojitos llenos de excitación y deseo. Yo le miraba e intentaba que entendiera que me moría porque me follara, pero que antes debía de hacer una cosita que me había prometido.
Volvió a besar mis labios. Volvió a recorrer mi cuello, mis tetas, mis pezones y mi barriguita. Y se fue directo a mi coño. Metió su cabeza entre mis piernas. Con la puntita de su lengua empezó a rozar mi rajita, mi clítoris, la entrada de mi coño. Intentaba penetrarme con la lengua. Yo temblaba de placer. Su respiración se agitaba más y más y apretaba su cabeza con sus manos contra mi cuerpo.
Y entonces empezó a lamer todo mi coño. Enterito. Desde el clítoris hasta su agujerito. Y empezó a ayudarse con un dedito.  Y  luego con dos. Los mojaba en los líquidos que salían de mi interior. Me tenía loca el momento, la situación, su respiración, mis gemidos, su agitación, el ambiente, el olor a sexo. Con uno de sus dedos mojados rozaba mi coño y con el otro de vez en cuando me lo metía por mi agujerito hasta el fondo. Y con otro dedo, también mojado en mis flujos producto de la excitación, rozaba la entrada de mi culito. Y algunas veces lo abría y lo follaba dulce y suavemente.
A todo esto, su polla estaba dura, grande, enorme, llena y preparada para follarme, con todas sus ganas. Deseaba sentir su polla dentro de mí y tenía unas ganas que me moría de que me llenara mi cuerpo de leche calentita, de manchar mis pechos, mis pezones con su semen.
Y así llegó su primer orgasmo. Sentí como me estremecía. Los espasmos que acompañaron el momento en que me estaba corriendo llenaron el ambiente de mayor excitación, si cabe. Disfruté sintiendo como acababa. Saboreó todos y cada uno de los jugos que brotaron de mi coño. Y se los bebió. Y no dejó de rozarme hasta que yo se lo pedí.
Entonces subí hasta poner mi cara a la altura de la suya y nos besamos. Nos abrazamos y durante unos segundos nuestros labios se juntaron y nuestras lenguas juguetearon.
Pero entonces fui yo la que pasó a la acción. Sin más dilación, fui bajando por su cuerpo. Besé su cuello, su pecho, su abdomen. Con una mano busqué su polla y empecé a masturbarlo sin dejar de besarlo. Yo estaba a mil. Él lo sabía. Y sin dejar de mover mi mano, me introduje su polla en la boca y empecé a saborearla. Subía y bajaba. Mis manos, mi boca, mi cuerpo.  Gemía. Si no paraba, se iba a correr. Intentó que parara. No quería acabar tan rápido. Pero yo seguí lamiendo su rabo. Sólo paré para chupar despacito sus huevos. Recorrí cada rincón de su sexo. Y entonces, cuando estaba a punto de regalarme su leche calentita, me detuve. Me senté sobre él, me coloqué su polla en la entrada de mi coñito y empecé a bajar suavemente para que notara como iba entrando dentro de mí. Estaba muy mojada. Muy excitada. Y él estaba muerto de deseo y a punto de reventar. Y se empezó a mover dulcemente sobre mí, subiendo y bajando despacito, mientras yo me masturbaba con una mano y le miraba con ojos traviesos.
Intenté contener mi orgasmo, pero entonces me dijo que se iba a correr, me sonrió, me tumbó en la cama y empezó a correrse. Yo le cogí la polla en el momento en que le venía el orgasmo y le acompañé con mis manos. Los chorros de leche calentita llenaron mi cuerpo, mi ombligo, mi barriguita, mis pezones.
La visión de mi torso desnudo con los chorros de mi semen sobre mi era mágica. El momento fue impresionante. Había cumplido mi fantasía y entre los dos hicimos que la situación fuese excitante, alucinante. Ni en mis mejores sueños pensé que podía ser una experiencia tan satisfactoria. Entonces, siguiendo mis instrucciones, sin mediar palabra, se puso el pantalón, la camiseta y sus zapatos, me besó y se marchó.
Media hora después lo llamé. Conversamos. Y terminamos haciéndonos unas buenas pajas recordando lo bien que nos lo habíamos pasado.

2 comentarios:

  1. Ah, con él sí y conmigo no...

    Muy mal ¬¬

    Pues ahora no te mando ciertas fotos... :P

    ResponderEliminar
  2. celoso duckoy jeje.

    se ve que te gusto bastante no solo la parte del sexo sino la emoción de encontrarte con él. se ve que hubo mucha química entre ustedes por mucho rato (ya era hora debieron haber dicho). Pero poniendo las emociones de un lado por un momento, se nota también, que fue un muy ardiente y apasionado encuentro repleto de placer de punta a punta. una realidad que resulto mejor que la fantasía armada en la mente.

    ResponderEliminar