Andrea XXXVII, me desvirgaron en un pajar.

Desde mis primeras experiencias en el sexo la idea de follar con un chico me rondaba en la cabeza seguido, no podía dejar de pensar en como sería, que sentiría; y aunque algunas amigas me habían metido miedo al decirme que a ellas les había dolido, eso no me quitó ni las ganas ni la curiosidad.Tampoco me dejaron de dar esos calores entre las piernas cuando algún chico tonteaba conmigo, ni esa sensación de querer y necesitar meter algo duro, grueso y largo hasta el fondo de mi agujero, que cada día que pasaba estaba más mojado y jugosito. Cada día estaba más cachonda, por poca cosa ya me encendía y mi chocho reclamaba más atención por mi parte.Un día de verano, cuando yo tenía dieciséis años, fuimos a casa de mis abuelos paternos para comer y pasar la tarde con ellos.
Viven en una aldea, aunque para ser tan pequeña siempre tuvo bastantes habitantes. A mi siempre me había gustado ir por verano porque los nietos de otros vecinos iban a veranear allí y casi todos solían ser de mi misma edad más o menos. Nos juntábamos todos y nos lo pasábamos en grande.
Cuando llegamos, mis abuelos nos estaban esperando para comer.
Recuerdo que había comido muy rápido, pues tenía ganas de ir a dar una vuelta, a ver si me encontraba a alguien conocido.
Nada más salir me encontré con Lucía y Manuel, me lo pasaba genial con ellos, eran muy simpáticos. Les acompañaba un chico muy guapo al que no conocía. Era un chico de pelo castaño claro y ojos color miel y muy alto. Lucía y Manuel tenían la misma edad que yo, pero este chico parecía ser más mayor.
Al verme, esa chica rubia de ojos azules, que siempre tenía una sonrisa en la cara, se abalanzó contra mi, dándome un abrazo enorme y las dos empezamos a dar saltos de alegría. La verdad, que ahora lo pienso y me da vergüenza, pero en ese momento era lo que sentía y eramos unas crías, así que actuábamos como tal.
Nos presentaron, se llamaba Daniel, y creo que desde el primer momento los dos nos gustamos; él no paraba de preguntarme cosas, de hacerme reír, siempre caminaba o se sentaba a mi lado. Y así pasó la tarde entre risas, miradas y roces de manos.
Yo cada vez estaba más caliente, necesitaba besarlo, sentir el roce de todo su cuerpo contra el mío y quería probarla, si quería meterme su polla hasta sentir que llegaba al fondo.
Ya se estaba haciendo de noche y todos teníamos que volver a casa, a mi me estarían esperando para marcharnos. La casa de mis abuelos quedaba más alejada que el resto, así que Daniel se ofreció para acompañarme y que no fuera sola.
Me despedí de Lucía y Manuel, nos volveríamos a ver dentro de dos semanas.
Cuando los perdimos de vista, él empezó a decirme que por fin estábamos solos, que había tenido muchas ganas de tenerme para él solo durante toda la tarde; y sin más, se giró hacia mi y me espetó un beso en toda la boca, mientras sus manos bajaban hasta mi culo. Eso me encendió tanto, no pude reprimirme y mis manos se levantaron para rodearle su cuello. Lo apretaba tanto contra mí, no quería que parara, no quería que se apartase.
Me dijo algo así como que estaba hecha una loba, no le presté mucha atención en ese momento. Solo sé que una cosa llevó a la otra y no sé muy bien como, cuando me dí cuenta estábamos metiéndonos en un pajar, los dos besándonos, comiéndonos la boca, abrazándonos y tocándonos por todos nuestros cuerpos.
Teníamos la temperatura muy elevada, yo notaba como su piel ardía, como temblaba de deseo. Fue quitándome la ropa por el camino y eso me ponía más cachonda, no podíamos esperar.
Nos quitamos la ropa y la echamos en el suelo, hasta quedar totalmente desnudos, hasta notar que tocando por donde tocaramos sentíamos la piel del otro. Me fue bajando hasta que me echó en el suelo, encima de nuestra ropa y siguió besándome y tocándome por todos los sitios, me chupaba los pezones, me agarraba de la cintura apretándome contra él, para que notara su polla.
Él sabía que yo era virgen y me decía que me relajara, que no me iba a hacer daño. Se puso en el suelo e hizo que me pusiera encima de él, con las piernas abiertas y poniendo el capullo de su polla en el principio de mi agujerito, fue metiéndomela poco a poco y cuando me quise dar cuenta, la tenía totalmente dentro de mí. Estaba tan caliente, solo quería que siguiese, que no parara. Me folló suave, pero a la misma vez con mucho deseo, muy ardiente, agarrándome por la cintura, empujaba para metérmela hasta el fondo, con cada embestida yo gemía sin poder controlarme. Los dos sudábamos y temblábamos de placer. Notaba mucho calor en mi entrepierna, me notaba muy mojada, no sabía si era sangre, flujo o las dos cosas, pero me daba igual. Noté como un hormigueo por mi vientre, espasmos en los músculos de mi coñito y luego me corrí, nos corrimos.
Había sido estupendo, pero teníamos que irnos, nos vestimos y seguimos el camino. Recuerdo, que me dejó su jersey para ponérmelo alrededor para que no se me viera la sangre, que me había traspasado el pantalón. Cuando llegamos a casa de mis abuelos, me besó, nos despedimos y esa fue la última vez que lo vi. No volvió a ir de vacaciones por allí, o por lo menos no coincidimos.
Yo, aún voy algunos días por la aldea de mis abuelos y sigo teniendo la esperanza de volver a encontrármelo, ya que ahora podría hacerle disfrutar más que en aquel momento, la experiencia hace mucho y yo ahora creo que voy sobrada.

4 comentarios:

  1. Ah, los pajares, que grandes lugares para perder la virginidad xDDDDDDD

    Mmm... ya tenemos algo en común :P

    ResponderEliminar
  2. Segun cuentas con lo caliente que ibas un poco mas y le pegas fuego al pajar.
    Debe ser una pasada hacerlo en un sitio tan rustico y tan blandito

    ResponderEliminar
  3. Valla, me eh perdido de mucho esta semana, paree que me perdí de otro concurso y del estreno de una buena historia.
    Paola, para mí también fue muy excitante la experiencia, me quedaron las ganas de probar de verdad tu cuerpo y me llegaron muchas ideas algo picantes y muy, muy calientes. si me permite soltarme la lengua aquí (no solo para hablar). Y me alegra que la experiencia te haya parecido excitante.
    Y los relatos fueron muy buenos, uno candente y rico y el más reciente, suave y apasionante, un lugar muy tranquilo el del segundo relato para los que generalmente pones en tus relatos, pero fue un muy delicioso inicio. Que delicadeza fue lo que ahora causa incendios por donde pasa.

    ResponderEliminar
  4. Incendios... muy buena esa, Jorge :P

    ResponderEliminar